sábado, 2 de octubre de 2010

Un Nuevo Nacimiento


"Vamonos de Viaje" El sónido unisono de todas las chicas y los chicos del coro del colegio Carmel! en la Ciudad de México. Mis padres habían pensado que llevandome a un lugar así podría calmar mis ansias de ser una chiquilla rebelde. Mi hermano mayor, David, era aún más rebelde que yo, el le causaba gracia a todos, era bueno con las chicas, popular en todo momento. Tenía un secreto, algo que solo yo sabía: Se drogaba.

El colegio Carmel! se distinguía por ser para personas de la alta sociedad, principalmente extrangeros que llegaban a Invertir a México, como mis padres. Ellos eran Ingleses, yo nací en México, de lo que no me arrepiento, un bello país, con bellas tradiciones y bellos chicos, con los que me divertía en un gran tiempo. Jonathan solía ser mi mejor amigo y Jenifer mi mejor amiga desde el nacimiento. Ambas estabamos en el grupo de Canto, esta vez, tendríamos una competencia a nivel América; nuestro grupo estaba bien fundamentado, lleno con lo necesario para salir adelante, pero una mala desición del lugar, fue una perdición para nosotras.

Antes de que se diera el viaje, solo una noticia rondaba en mi cabeza. Una sobre dosis había acabado con el ser más importante en mi vida, no tenía ganas de nada, quería morir, quería que me enterraran junto a David, no quería estar aquí. Ahora yo cargaría con esta culpa por que no le dije a nadie, pero... ¿Habría cambiado algo? De cualquier manera mis padres jamás se daban cuenta de que hacíamos, yo no era virgen y eso sería deshonrado para ellos.

Llegamos a Forks, un día soleado, de los pocos que se dan en este lugar. El primer día y nos lo dieron libre, ya que habíamos llegado antes de lo esperado. Decidimos salir Jenifer, Maggie y yo, las tres solitas. Por el paseo por la playa, un chico moreno, alto, fornido llamó mi atención, iban varios grupitos de él, pero a mi solo me llamó la atención uno. Cuando alguién se me metía en la cabeza, no había manera de que me lo pudiera sacar hasta que fuera mio. Él respondía al nombre de Jacob, un chico lo suficientemente guapo, galán, etcétera. Me agradaba la manera en que él caminaba, no llevaba puesta la camisa, irradiaba el calor, logró que la temperatura corporal aumentó en ese momento. Para esa tarde estaba contenta con lo que ya hbaía logrado, estaba en la playa sentada en la arena platicando con el chico tan apuesto que me encontré en ese día. Poco más y estaría cenando con él. Por desgracia mis espectativas se fueron por un hoyo cuando el me dijo que estaba comprometido, que se casaría en cuanto pudiera. Fué un golpe bajo.
La noche cayó de golpe, desde ese momento, perdí grandes animos. Jenifer me dijo que salirnos a despejar un rato sería algo agradable que me ayudaria mucho a desterrar esos pensamientos, nadie se daría cuenta de que hbaía sido rechazada por un individuo al que no se conoce en el mundo, eso sería fácil de aparentar. Bajamos de la habitación, después de una vueltas en el patio, decidí internarnos en el bosque, ella no quería, se veía oscuro, pero la convecí con fácilidad (después de un ardúo trabajo) y fue como dimos con aquella tormenta que me marcó.

La lluvía se volvía más intensa y entre risas llegamos a una cueva para protegernos de la lluvia. El celular se quedó sin señal, o había forma de que nos pudieramos llamar a alguién a que fuera a buscarnos. Nos internamos un poco más en la cueva, pero había algo que necesitaba ser alimentado, pude ver como ese feroz animal comenzó a deborar a Jenifer, y mis rocas y poca fuerza no le había hecho nada al oso pardo que se estaba escondiendo en ese mismo lugar que yo. Después sentí como me puso sus garras, cerré los ojos y sentía mi sangre salir por las héridas, poco después el agua de nuevo... ¿Acaso me había sacado de la cueva? Y el viento en mi cara y en las heridas, haciendo que me ardiera más. Voces, dos manos me levantaban, no podía abrir los ojos aunque quisiera, tal vez ya había muerto y ahora pagaría la muerte de mi hermano en el infierno que es donde debía estar.
El agua dejó de caer y el viento ceso, voces tan divinas al estilo campanitas hablaban a mi alrededor, me recordó a las historias que me contaba David antes de dormir cunado era pequeña. De seres que eran tan bellos que no necesitaban más para ser felices. Algo filoso se encajó en la piel de mi brazo, sentí como el fuego recorría cada vena. Mis recuerdos me inhumndaron, este definitivamente era el final y caería al infierno.

Ahora la sed me quemaba la garganta, tenía demaciada sed para apagar el fuego que llevaba dentro. Me puse de pie, abri mis ojos. Estaba en otro lugar, este no era ni la cueva ni el hotel.
- Jenifer - Fue lo primero que ponuncié.