viernes, 3 de mayo de 2013

Diario de una Loca


Claro que existen personas que no han conocido nunca la desgracia, incluso piensan que uno que es un poco dramático solo exagera las cosas, pero no es así, estoy segura delo que viví, lo que sentí, lo que respiré, lo que abracé… Lo que besé. No fue solo un sueño, no fue una ilusión, ahora dentro de estas cuatro paredes blancas me he contenido, luchando por no ser más que una paciente más… ¿Cuán paciente debo ser? Las pesadillas siguen arruinándome la mente, espantando los buenos sueños y recuerdos, ahora no puedo distinguir entre lo que alguna vez fue y lo que imaginé, pero estoy segura que lo viví que estuve entre sus brazos, que sus labios rosaban los míos con delicadeza y suavidad, que sus labios rosaron mi frente jurando protegerme siempre, todo fue una mentira de +el, seguramente el debería estar aquí en lugar mío, pero él pagará su condena cuando lo deba hacer.
Estoy aquí, rodeada de personas cuyo nombre no recuerdan, encerrada por ser denominada “loca” ¡Qué más da! No estoy segura cuanto tiempo me quedaré, solo sé que será lo suficiente para que me extrañe, para que sienta la desdicha de haberme perdido, la condena de haberme encerrado en este lugar.
Aún recuerdo perfectamente ese día, lloré y le imploré que no me llevaran, el sugirió que era lo mejor para mí. Entró a mi casa como de costumbre, sin siquiera tocar la puerta, ese feo departamento, solo lo ocupaba cuando mis padres me iban a visitar, después de que ellos pasaron a mejor vida no volví a ir. Vivía cómodamente con él, después de tanto que vivimos juntos, esa era la cereza en el pastel. ¿Por qué regresé a mi departamento? Solía regresar cada vez que peleábamos, como siempre, el ser un chico apuesto nos volvía sumamente susceptible a las peleas gritarnos de cosas y después terminar abrazados en la cama, eso era lo más bello.  Un engaño no era cualquier cosa, menos si es con mi amiga, es lo que aún creo. Ahora son felices juntos.
Esa mañana llamó ella, llorando me contó lo sucedido. No pude evitarlo, al colgar con ella lloré como nunca lo había hecho, lloré sin parar, ni la muerte de mis padres había dolido tanto en su momento. Ella, a la que consideraba mi confidente, esa mano que me ayudaba a salir cada que lo necesitaba, ese hombro en el cual llorar cada una de mis desgracias, ¿cómo es posible que esto pasara? Todo terminaba, perdía a mi amiga, mi hermana y a mi pareja… ¿Novios? Jamás nos consideramos de esa forma, era algo más, era ese beso tierno en la mejilla al irse a trabajar, era esa pasión desbordante al regresar. Tanto tiempo la pasamos como amigos, todo terminaba en nada.
En el momento en que llegó, ella ya le había dicho todo, era lógico que el supiera la verdad, yo solo tomé mis cosas y regresé a mi departamento. Tocó varías veces, no salí. Pasaron las horas, no dejé de llorar, esa pena me inundaba por dentro y por fuera, fue en ese momento en el que entró, con esos jóvenes de blanco, diciendo que yo era un peligro para la sociedad, que temía que fuera a dañar a su mujer, que temía que lo fuera a matar por celos. Mírenme ahora, estoy entre estas cuatro paredes, tan blancas que causan dolor, tan pálidas que causan la muerte.
“¿Estaré de verdad loca?” Pregunté al salir del departamento, no cause conmoción, simplemente me fui de su vista, para no volver. Aún paga mi mantenimiento en este sitio, supongo que me aprecia, no debo trabajar y puedo escribir, me dan de comer lo que deseo, cambié, soy callada, no hablo siquiera con la psicóloga, dudo que sepan que escribo esto.
Hoy empezaré un nuevo inicio, un nuevo diario, no puedo olvidarme de él, aun me visita ciertos días a la semana, piensa que en verdad me he vuelto loca… ¿Saben? El que ríe al último, ríe mejor. ¿Cuánto soportará mi silencio?

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